Ñora Vulgaris

Eran las 11 de la noche y finalmente, un día larguísimo de trabajo terminaba. Carlos, el encargado técnico del proyecto y yo, nos dejamos caer en los largos asientos del restaurante.

Además de cansados estábamos hambrientos así que nuestro humor no era el mejor; Mientras esperábamos nuestros platillos, el silencio predominó en la mesa. La comida hizo su mágico efecto y para cuando llegaron nuestros platos principales, la plática era nuevamente amena y abundante. Con los postres y café llegó la sobremesa y finalmente notamos a la mujer que estaba sentada en el gabinete frente a nosotros.

Una señora de unos 58 años, regordeta,  pelo negro mal recogido, máscara de maquillaje y enormes tetas que lucía descaradamente en una blusa escotadísima que en sus mejores momentos debió ser blanca, pero que ahora era amarillenta. Una falda negra que se encontraba arriba del muslo, principalmente porque la señora tenía las piernas completamente abiertas enseñándonos unos calzones beige.

Ninguno de los dos la habíamos visto y al descubrirla soltamos una disimulada risa, pues la señora hacía todo lo posible para  ser sexy. Al no funcionar sus técnicas más “sutiles”, recurrió a hacer su calzón a un lado y mostrarnos un pubis peludo y que invitaba a salir corriendo para comprar unas tijeras y podar un poquito aquella panochita amazónica. El restaurante estaba casi desierto pues ya era casi medianoche, así que podíamos disfrutar libremente del espectáculo.

Nuestra camarera aburrida y aletargada estaba recargada en su estación de servicio y no podía ver lo que la señora hacía, quien no conforme con mostrarnos sus “peludencias” comenzó a acariciarse. Carlos y yo estábamos francamente divertidos por el valemadrismo y la abierta invitación al revolcón de esta mujer, así que con una mirada cómplice decidimos ver que nos ofrecía esta oportunidad.

Me levanté de la mesa y me acerqué a la señora, que siguió masturbándose sin inmutarse. Cuando estuve frente a ella simplemente me dijo “Quiero verga.. ya”, le tendí la mano -“véngase que en algo le podemos ayudar”- Pagamos las cuentas y salimos del restaurante, Carlos y yo con más curiosidad que calentura.

Para buena fortuna traíamos una camioneta de carga cerrada, en la que sólamente quedaban un par de enormes cajas vacías que se convirtieron rápidamente en colchón.

Muchas personas nos habían dicho a Carlos y a mí que nos parecíamos, incluso había quienes pensaban que eramos parientes. La señora pensó que éramos hermanos, y mientras nos acomodábamos, nos contaba que siempre le había gustado la idea de cogerse a 2 hermanos, que era una fantasía de mucho tiempo atrás. Carlos y yo simplemente le seguimos el juego.

Cuando se acercó a nosotros, contrario a lo que imaginaba, un aroma dulce y delicado, llegó junto con una mano firme, tibia y de tacto cuidadoso que atrapaba nuestros miembros, un poco renuentes a despertar. -“Hay par de hermanitos, hasta la tienen igual de gorda. Que ricos huevos, me los quiero comer completitos”-

A mi me estaba agradando esto, no solo lo hacía rico, también hablaba rico. -“Cuando era jovencita, tuve un novio que me hacía chupársela, yo me imaginaba que estábamos con su hermano”- Mientras la señora seguía acariciándo nuestros falos totalmente despiertos, Carlos me entregó un condón que había sacado de su cartera. -“Ay, que hermanos tan bien educaditos”-

Ya con los condones puestos, la señora puso a trabajar esa boca, no sólamente nos felaba sino que decía unas cosas guarras que acompañaban sus excelentes habilidades mamatorias. -“Que vergas tan ricas, gordas, duras y venudotas, asi me gustan, para darme unos buenos sentones, para montarme y que me den leche, quiero que me cogan bien rico, mi panocha no ha comido nada hace tiempo y está hambrienta”-

Carlos y yo permanecíamos acostados, inmóviles y un tanto hipnotizados por la situación, con los brazos a nuestros costados como si de verdad fuéramos unos hermanos pubertos en manos de una experta del buen coger. La señora seguía mamándo felizmente, alternando de uno a otro, ocasionalmente mojaba sus manos con saliva y acariciaba alternadamente. Yo me dejé llevar por su buen proceder y simplemente, cerré los ojos y me imaginé en una película tipo “Porky’s”

En algún momento de esta rica chupada, la señora se había levantado la falda y se volteó para darnos las nalgas. Casi instintivamente, tanto Carlos como yo estiramos el brazo para acariciarle cada quién una nalga, magreandola, amasándola, apretándola cada quien a su forma y estilo. Le dí una nalgada, e instantes después sonó otra, -“Así, así.. déjenmelas bien rojas”- Sin ponernos de acuerdo, alternábamos una nalgada cada uno mientras la señora gemía y disfrutaba de la diferencia entre cada nalgada.

Aventuré mi mano a la vulva de la señora, un tanto a manera de precaución, acerqué mi dedo para oler y nuevamente me sorprendió un olor a limpio, al parecer Carlos hizo exáctamente lo mismo; Esta Ñora Vulgaris estaba resultando todo un estuchito de monerías. Ahora nuestras manos recorrían sus nalgas, su panocha y su culo sin miramientos, la señora movía su cadera como agradeciendo y aprobando la manoseada mientras seguía comiendo ávidamente nuestras vergas.

-“Denme pito, ya llénenme mis hoyitos que ya tienen ganas”- Acto seguido se montó sobre mí -“Ven, culéame mientras tu hermano me coge”- ordenó a Carlos, quien no tardó en estar atrás de ella. Una vez enculada, la señora comenzó a gemir más fuerte mientras nos decía guarradas que nos calentaban más: -“Eso, así, así, llénenme de verga.. uff, que rico me siento bien llena, así güeritos, los siento hasta adentro, cójanme bien, denme lo que no he tenido en un buen rato, ay cabrones la tienen bien gorda, así así.. reviéntenme a vergazos, si los viera su mamá cogiéndose a la misma vieja”-

Sus enormes tetas oscilaban para adelante y para atrás con cada empujón, a veces las sobaba yo, a veces las sobaba Carlos, los tres abandonados al erotismo del momento, nos dimos un buen revolcón con esta Ñora Vulgaris que tenía el don de decir las cosas de forma vulgarmente magistral o magistralmente vulgar.

Durante un par de años, Carlos, la señora y yo nos encontrábamos en el mismo restaurante cada 6 meses, para cumplir la fantasía en que se cogía a 2 hermanos.

2 respuestas a “Ñora Vulgaris”

Responder a lunarual Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *