Recorro con la mirada el largo listón de satín con el que te he inmovilizado. Tu piel almendrada, el rojo satín, la seda negra de tus medias y el exquisito encaje de tu lencería se conjuntan en un armonioso juego de colores y texturas.
La última luz de la tarde entra por las ventanas donde comienzan a aparecer cientos de pequeñas luces, como luciérnagas inmóviles que se hacen cada vez más brillantes. La venda que rodea tus ojos no te permite disfrutar de este pequeño espectáculo.
Haz agudizado tu oido para suplir la vista, intentas saber dónde estoy, pero es hasta que rozo tu espalda que sabes que estoy a tu lado, me acerco a tu oído y con voz muy baja te digo un par de frases que te mantienen excitada.
Luces vulnerable y regia a la vez, con tus antebrazos atados a los brazos de una pesada silla estilo antiguo y tus tobillos atados a las pequeñas patas del taburete en el que descansan tus rodillas separadas. Esta posición hace que tus nalgas se vean más voluptuosas y exponen los labios de tu sexo. Tu espalda hace un arco bajo, en el que resalta la suave hendidura que la recorre. Paseo mis dedos por ese canalillo, tu piel se crispa al tacto, mi caricia termina en una nalgada rotunda y sonora.
Acerco a tu naríz un carnoso gajo de naranja. Lo olfateas, e instintivamente abres la boca que en su lugar recibe un poco que spritz de champaña con manzana y un beso. Pongo sobre tus brazos tu mordaza, no sabes qué es pero reconoces el tacto del cuero, el peso y lo frío del metal. Antes de amordazarte, te regalo lo que será por un tiempo tu último trago de champaña. Justo después que has terminado de disfrutar el cosquilleante sabor, abro tu boca y te pongo el hermoso bocado en plata y cuero.
Nuevamente me desaparezco y dejo en azcuas todos tus sentidos. Un par de minutos después tu espalda recibe un poco de ese aceite que te encanta, tu olfato lo intuye de inmediato y la sensación de frío y calor que tu piel te envía lo confirma.
4 gotas más te indican a dónde me dirijo, pues en automático comienzas a parar más las nalgas, me las ofreces impúdicamente, por lo menos lo que te permite tu inmovilidad. Comienzo a distribuir el aceite en tus nalgas, tu cabeza se mueve para acentuar el gemido enmudecido que emites. Las dos lunas ahora brillan, cubiertas por el fragante aceite, tu piel se eriza y puedo ver como tu vulva se humedece aún más.
Tras unos minutos de remanso y silencio, el sonido de la fusta cortando el aire hace que emitas otro gemido más profundo. Mientras arqueas la espalda cual gata, veo tu vulva palpitar y dejar escapar el jugo de tu primer orgasmo.
Te dejo que lo disfrutes un par de minutos para luego abrir sorpresivamente tus nalgas con fuerza y de un solo movimiento, como si quisiera partirlas. Esto te hace emitir un enorme gemido. Mientras las mantengo separadas, escupo en el rosetón de tu ano. Dejo que mi saliva se deslice hasta juntarse con la humedad de tu vulva.
Repito un par de veces el ritual, cada una de ellas agitó más y más tu respiración; Ahora acaricio en pequeños circulos tu esfínter, que se mueve confundido por la sensación de frío y calor. Espero a que el aceite penetre en tu sensible culo, como si de macerarlo se tratase.
Sigues moviendo el culo, ofreciéndolo en espera de más caricias, pero es tu pezón aprisionado por una pincilla lo siguiente que te envía un latigazo de placer, enseguida sientes el mismo pellizco en el otro pezón, aún estás disfrutando la sensación, cuando jalo firmemente de la que ahora es tu rienda, tus pesados senos se levantan, siguiendo el comando de mi mano. Juego un poco con ella para descubrir como reaccionan tus senos a las diferentes formas.
Después de una corta pausa, sientes cómo un grueso flequillo se pasea por todo tu cuerpo, desde las pantorrillas hasta tus manos que intentan atraparlo para saber qué es, sin embargo no logras retenerlo suficiente pues súbitamente desaparece de entre tus dedos, te dejo flotar un poco en esa incertidumbre.
De una sola estocada, lenta pero contundente, inserto en tu culo el mango metálico de tu negra cola de caballo. Tu esfinter fue acariciandole cada centimetro, amoldándose de forma perfecta y sin ofrecer resistencia, secundado por un suave ronroneo que me dice que te ha gustado.
La última luz del día se alcanza a ver a lo lejos. Mientras espero que se extinga juego con tu nueva cola de caballo, sacándola lentamente de tu culo para luego introducirla con fuerza, a la vez que acaricio tu clítoris. Repito esta operación hasta que tu vulva nuevamente se escurre.
Afuera la noche se ha instalado. Un par de minutos después que la obscuridad se ha adueñado de la habitación, enciendo un par de lamparas de mesa. Su luz ambar te hacen lucir completamente hermosa. Tomo un par de fotografías que mañana descubrirás en tu teléfono.
Inundo el silencio con las nobles notas del preludio de Mozart, al compás de la música, beso todo tu cuerpo, te acaricio lentamente, disfrutando de todas las texturas. Con mucha delicadeza me dedico a llenar de besos todos tus rincones, mientras te digo muy suavemente que te has convertido en una hermosa potranca.
Me monto en tu espalda, que sorprendida por mi peso, se vence un poco. Pero te recompones y la enderezas, comienzo a acariciarte las nalgas y te digo lo hermosa que se vé tu cola de caballo, que es igual de obscura que tu cabellera, jalo la rienda y sientes el rigor en tus pezones.
Desmonto y acerco mi cara a tu sexo, puedo sentir su calor a centímetros. Sigue empapado y sus jugos escurren por tus muslos, paseo mi lengua por tu clítoris y nuevamente tu cuerpo se tensa, antes de que termines me retiro.
Mueves en rápidos circulos tus nalgas, -“¿Quieres que te coja?”- mueves la cabeza afirmando, -“Si de verdad deseas que te coja.. relincha”-
Le quedan unos 2 minutos al preludio. Abro la puerta de la habitación muy despacio para no hacer ruido. Afuera está tu esposo que se asoma al interior ansioso. Por sus ojos y amplia sonrisa veo que le agrada lo que le preparé.
Le señalo la ubicación de las 3 cámaras de video y al oido le confirmo que han estado grabando desde que te coloqué la venda de los ojos. Se asoma al pasillo y chasquea los dedos, unos segundos después comienzan a desfilar por la puerta varias personas, cuento 7 hombres y 2 mujeres.
El preludio está en sus últimos compases.
Te escucho relinchar, me coloco detrás de tí, segundos después que el silencio regresa a la habitación, la fusta lo rasga brevemene y dibuja una delgada y roja línea en tu espalda.
Nuevamente relinchas, a la par que jalo la rienda, penetro en tu húmedad.
Mi estimado Noc, en verdad que siempre es una delicia, leerte, aunque por falta de tiempo no lo haya podido hacer. Te mando un abrazo esperando que todo vaya mejor