La voz en el teléfono era la de una mujer madura. Me había mandado un correo previamente, pues estaba interesada en el anuncio y quería preguntarme algunas cosas sobre los diferentes servicios, así que le envié el número donde podía contactarme.
Tras una llamada donde le respondí todas sus dudas, finalmente se decidió y quedamos de vernos en un hotel que tiene mesas de masaje en algunas habitaciones. La cita era para las 6 de la tarde del día siguiente.
Llegué al hotel armado con aceites y cremas varias, con la idea que mi clienta era una mujer en sus 50’s. Dicho y hecho, al abrirse la puerta me recibió una mujer enfundada en una bata de baño pachona y toalla/turbante en la cabeza a la que calculé unos 52 años.
Una vez adentro me pagó y se dirigió de inmediato a la mesa de masaje, se quitó primero el turbante dejando libre una melena mojada y abundante, se quitó la bata y una figura muy esbelta quedó al descubierto, ella estaba de espaldas a mí, acomodando su celular en unas bocinas portátiles, yo estaba preparando los diferentes aceites así que no pude ver más que su espalda y sus largas piernas.
Puso a Andreas Wollenweider como música de fondo (hacía años que no escuchaba New Age) y se acomodó bocabajo en la mesa, yo terminé de calentar las manos y comencé a trabajar.
Primero la nuca y los hombros, que estaban bastante relajados, sin nudos ni tensión, así que fue muy fácil, poco a poco fuí bajando por su espalda. La música era el único sonido.
Habían pasado como 10 minutos, estaba trabajando a la mitad de su espalda cuando ella rompió el silencio:
-“Tienes tacto extraño”-
-“¿Extraño en qué sentido?”- le pregunté
-“Pues.. es firme, masculino, pero cuidadoso como tacto femenino, es raro. Se siente bien”-
-“Gracias”- No sabía si eso era bueno o malo, si era un cumplido o qué, así que seguí en lo mío.
Terminé la espalda y en lugar de seguir con la cadera me dediqué a los brazos, que tenían un tono muscular bastante bueno, cuando llegué a la mano izquierda y toqué su palma abierta con las llemas de los dedos, volvió a romper el silencio, al momento que retiraba su mano:
-“UY, tienes buena energía, pero muy directa ¿eres muy pasional,verdad?”-
-“Mmh.. no sé, imagino que si”-
-“¿Qué signo eres?”-
-“Aries”-
-“Claro, eres un aries”-
Seguí con el otro brazo y al llegar a la palma la toqué nuevamente pero con cierta precaución, en esta ocasión no la retiró.
Comencé a trabajar con la cadera y las nalgas, que también tenían muy buen tono muscular, le puse más aceite para que la sensación fuera mejor, masajeandolas hacia los costados y abriendolas para dejar que el aceite resbalara entre ellas. Con el antebrazo froté su perineo.
-“Mmmhh”-
Me quedé un poco más de lo necesario en la zona y después continué hacia las piernas, también con muy buen tono muscular, froté sus muslos, las pantorrillas y las plantas de los pies. Al terminar le pedí que se volteara bocarriba para comenzar con la parte frontal, habían transcurrido unos 30 minutos, así que íbamos en tiempo.
Al voltearse pude ver su vientre, plano y firme, un púbis como hacía rato no lo veía, con el vello muy crecido y unos senos pequeños con grandes pezones rosas que si bien no apuntaban hacia arriba como adolescente, si estaban bastante firmes y en su lugar.
-“Tiene una figura muy bonita, muy estilizada”-
-“Gracias, a eso me dedico”-
Mientras trabajaba sus pies y piernas me comentó que tenía 58 años, viuda desde hacía 12, instructora de yoga y meditación desde hacía 15, vegetariana desde los 30 e instructora de pilates desde hace 10 años.
Aunque ambos queríamos conversar un poco más, la situación profesional nos detenía así que la música inundaba la habitación, interrumpida por pequeñas islas de conversación de vez en cuando.
Cuando terminé de masajear el pecho y los hombros, me pidió le acercara un estuche negro que estaba sobre el buró, de él sacó un viejo masajeador que me pidió usar en sus senos y vientre.
Mientras lo hacía, sus latidos se aceleraron, separó ligeramente las piernas y guió mi mano hacia su clítoris. Disminuí la potencia del masajeador al mínimo y comencé a estimularla muy despacio. Noté que su vulva no estaba lubricada, así que me puse un aceite estimulante en los dedos.
De inmediato comenzamos a sentir esa sensación de frío y calor que proporciona ese aceite, cerró los ojos y se dejó llevar, minutos después su cuerpo se tensó y después en pequeñas oleadas se comenzó a relajar, todo en completo silencio.
Apagué el masajeador, recogí las cosas que había utilizado y fui al baño a lavarme las manos y enfriarlas un poco.
Cuando regresé ella estaba de pié con la bata puesta y el semblante sereno, me agradeció y concertamos una nueva cita para el siguiente mes.
Al salir de allí, me sentía bastante tranquilo, satisfecho y contento.
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tambien le haces a la masajeada?
Pues es parte de los servicios de escorteada.. jejejeje
Uyyy por qué será que vino a mi mente una anécdota con un aceitito, a long time ago? y no el de los “bolillos” eh? 😀 Mmmmccchhhuuuiiiccckkk!!!
Aaahh si, cómo olvidar ese aceite “embrutecedor” que dormía la lengua.. jijijij
Mmmmmm….ricooooh….pero te desaprovecha cañón…medio guey…jejeje…besitos
Jijijiji, opino igual, pero pues no olvidemos que es meramente una relación comercial, y al cliente lo que pida.
Besos!!