Hace un par de años estuve trabajando en un proyecto en donde conocí a Evelia, una chica de 21 años, de estatura mediana, pelo largo, negro, muy bonito que siempre peinaba con un fleco que ocultaba su rostro. Siempre se vestía muy conservadora, no charlaba mucho acerca de otro tema que no fuera laboral y era famosa por su mal genio y su eficiencia en el trabajo.
Su compañera de departamento era el reverso de la moneda: Alta, delgada, guapísima, muy sexy en su vestimenta sin perder la elegancia, por supuesto era la joya de la corona en esa oficina y como era soltera, todos andaban tras de ella, así que sus múltiples compromisos sociales le dejaban muy poco tiempo para el trabajo, por lo que Eve siempre estaba con papeles hasta la naríz, trabajando por las dos.
En esa oficina las relaciones entre empleados eran de lo más común y había siempre un corrillo de chismes de quién andaba con quién, entre los hombres había una competencia de ver quién se había tirado a más compañeras y entre las mujeres la competencia era quién se quedaba con el mejor partido de la oficina.
A la semana de estar trabajando allí me pusieron al tanto de cuáles eran las compañeras “más corridas”, de cuáles había que cuidarse, cuáles eran mas fáciles que la tabla del 2, etc.. Sin embargo siempre he seguido el sabio consejo de “No llevarse la nómina a la cama” así que entablé buena amistad con la mayoría de las mujeres, pero hasta allí.
Entre esas chicas se encontraba Evelia, como era tan temida por su mal genio casi siempre comía sola, en algunas ocasiones comí con ella y noté que fuera de la oficina su personalidad era distinta. Me contaba de su familia, su historia y demás temas. La amistad fue creciendo con el tiempo y aunque no eramos los íntimos amigos, ella se sentía en confianza, así que me comentaba todos los chismes de la oficina.
Puedo decir con toda franqueza que de no ser por la información que Eve me proporcionaba, difícilmente hubiera completado el proyecto en esa empresa, pues las tangas y los brassieres eran muy influyentes en las decisiones que se tomaban, así fue que pude sobrevivir a la “hoguera de las vanidades” y terminar exitosamente el proyecto.
La última semana del proyecto algunas de las chicas organizaron una comida para despedirme así que el viernes en la tarde habría borrachera en uno de los restaurantes cercanos a la oficina y de allí a ver a dónde pintaba la noche. Algunas de las organizadoras eran acérrimas enemigas de Eve, así que no la esperaba en la despedida.
Estábamos muy agusto conbebiendo ya medios flameados cuando apareció Eve en el restaurante, detalle suficiente para que 3 de las chicas que estaban se fueran en menos de 15 minutos. Al principio Eve no se integraba mucho en la plática, pero el alcohol hizo que se relajara y finalmente se integró al grupo. De conbebencia se convirtió en megapeda así que para las 11 de la noche algunas de las chicas estaban en calidad de estopa.
Tuve que repartir borrachas, al final nos quedamos Eve y yo, al preguntarle hacia dónde se dirigía me contestó que a mi casa.
No pregunté nada, no hice mayor comentario y enfilé hacia mi casa sin saber a ciencia cierta que esperar. Al llegar le ofrecí algo de tomar y me dijo que prefería simplemente desnudarme y acariciarme, y yo no iba a cortarle la inspiración, así que comenzó por desvestirme muy cariñosamente, con una delicadeza impresionante, ya que estaba desnudo comenzó a recorrerme, primero con la vista, después con las manos, después con los labios y finalmente con su lengua.
Sus caricias eran deliciosas, yo la dejaba hacer, sentía que era su momento y que no tenía mucho que intervenir. Tardo un buen rato acariciandome absolutamente todo el cuerpo, yo acariciaba su cabello, su rostro, pero en verdad era ella la que manejaba la situación.
Tras ponerme a mil por hora, ella se desvistió.. ¡¡OHH!! que sorpresa, abajo de esos trajes sastres tan aburridos se ocultaba una figura portentosa, unos senos grandes, pesados, redondos y firmes coronados por un par de pezones de color fresa y muy coquetos, una piel lisa de color canela, un ombligo perfecto, una cintura acentuada que era la base de unas caderas hermosas, las piernas eran delgadas y estilizadas, de verdad un portento de creatura.
Cuando comencé a besar su piel, tenía un aroma fresco y dulzón, era en verdad hermosa, completamente lisa y firme. Su púbis tenía un pequeño triángulo muy bien recortadito y el olor de su sexo era maravilloso, muy sutil fragante y fresco casi igual a su sabor.
Ahora era mi turno, la acaricié, besé y lamí con la misma prestancia que ella a mí, sus manos se perdían entre mi cabello después acariciaban mi espalda, emitía unos gemidos muy bajitos, que contrastaban con su agitada respiración y las ondulaciones de su vientre. En mis labios recibi los jugos de su vulva que pulsaba y abría sus labios para mí.
Me pidió que la penetrara, muy despacio mi pene fué corriendo el velo de su vulva hasta estar dentro de ella completamente, estaba muy húmeda y el sonido era delicioso. Con un lento vaivén nuestros sexos se conocieron y disfrutaron, sin prisa alguna pero con mucho placer. Más que besarnos con los labios, nuestros ojos hacían lo propio, Sus ojos negros me veían, me acariciaban y no podía dejar de contemplarlos.
Sus gemidos iban subiendo en intensidad pero no dejaban de ser tímidos, por un buen rato nuestras miradas y cuerpos se conectaron, terminamos sudando y desmadejados en un abrazo exquisito mientras el sueño nos vencía. Al despertar, repetimos la escena al mismo ritmo pausado, sin prisas, disfrutando completamente de esta joya escondida que un par de ocasiones más durmió en mi apartamento y compartío cuerpo y noche conmigo.
A los 8 meses de esa primera ocasión, Eve se casó y se fue a vivir a un pequeño poblado de.. algún lado, no he vuelto a saber de ella, pero las pocas ocasiones en que compartimos el amanecer fueron suficientes para dejar un gratísimo recuerdo en mí.