Eran las 11 de la noche y finalmente, un día larguísimo de trabajo terminaba. Carlos, el encargado técnico del proyecto y yo, nos dejamos caer en los largos asientos del restaurante.
Además de cansados estábamos hambrientos así que nuestro humor no era el mejor; Mientras esperábamos nuestros platillos, el silencio predominó en la mesa. La comida hizo su mágico efecto y para cuando llegaron nuestros platos principales, la plática era nuevamente amena y abundante. Con los postres y café llegó la sobremesa y finalmente notamos a la mujer que estaba sentada en el gabinete frente a nosotros.
Una señora de unos 58 años, regordeta, pelo negro mal recogido, máscara de maquillaje y enormes tetas que lucía descaradamente en una blusa escotadísima que en sus mejores momentos debió ser blanca, pero que ahora era amarillenta. Una falda negra que se encontraba arriba del muslo, principalmente porque la señora tenía las piernas completamente abiertas enseñándonos unos calzones beige.
Ninguno de los dos la habíamos visto y al descubrirla soltamos una disimulada risa, pues la señora hacía todo lo posible para ser sexy. Al no funcionar sus técnicas más “sutiles”, recurrió a hacer su calzón a un lado y mostrarnos un pubis peludo y que invitaba a salir corriendo para comprar unas tijeras y podar un poquito aquella panochita amazónica. El restaurante estaba casi desierto pues ya era casi medianoche, así que podíamos disfrutar libremente del espectáculo. Continuar leyendo “Ñora Vulgaris”