Los Visitantes (II)

En el trayecto del jardín a la habitación de Alberto y Sonia, hicimos una escala que me mostró la activa imaginación y la enorme lascivia de Sonia.

Esta escala fue justo enfrente a la cámara de seguridad de la cocina.
– “Para que tengas un muy buen recuerdo mío.”-

Tras echar un vistazo a la cámara me colocó donde consideró, era el mejor ángulo e inmediatamente se hincó para seguir con su delicioso hacer con la boca.

Su saliva escurría profusamente desde mi glande, en verdad era una mamada muy, muy, muy mojada. Sus manos, de manera experta, acariciaban y apretaban mis huevos generando una constante oleada de placer.

– “Que ganas de estar bien empalada mientras te como la verga”- me dijo con la mirada llena de lujuria, mientras se daba golpes con mi miembro en la cara.

Aprovechando la cercanía del frutero, tomé un plátano. Llené mi mano con la saliva que escurría de mi verga y tras lubricar el plátano profusamente le dije a Sonia:
– “Levanta las nalgas, que te lo vas a comer completo”-

Ella gustosamente cambió su postura para seguir mamando mi verga mientras le metía el plátano en la panocha.

Me dediqué a complacer su sexo con el plátano, variando los diferentes movimientos con los que se lo metía en esa vulva hambrienta.

Mientras seguía mamando deliciosamente, sus gemidos se iban incrementando. Movía sus caderas de una manera espectacular. Era hermoso ver ese enorme culo moverse al ritmo con que la penetraba con el plátano.

Continuar leyendo “Los Visitantes (II)”

Los Visitantes (I)

Sonia en el Jardín

Alberto y Sonia, son una pareja casi en sus 60´s y reservaron una de las habitaciones de mi ABnB por una semana. Al recibirles Alberto me explicó que por cuestiones de trabajo él estaría fuera casi siempre, pero Sonia se quedaría en casa la mayor parte del tiempo.

Les mostré su habitación, las áreas comunes de la casa y el jardín, el cual encantó a Sonia por ser apacible y muy privado. Descansaron un poco y tras pedirme información de cómo llegar a un conocido edificio corporativo que está cerca de la casa, Alberto se marchó.

Sonia bajó de su habitación al poco tiempo y me solicitó indicaciones para llegar a la plaza comercial más cercana. Tras darle las instrucciones para llegar, salió de la casa con paso alegre, rumbo a su sesión de shopping.

Un par de horas después regresó con casi una docena de bolsas. Se veía acalorada, con las mejillas rojas y el rostro sudoroso. Aunque hermoso, su amplio vestido típico oaxaqueño, con enormes y coloridas flores bordadas sobre un fondo de color negro, no era la indumentaria más fresca. Le ofrecí algo de beber para que se refrescara.

“Si tienes una cervecita, estaría excelente.” me dijo con voz muy afable.

Saqué del refrigerador un par de cervezas bastante frías y mientras las bebíamos comenzamos a charlar amenamente. A sus 57 años, Sonia tenía una actitud sumanente jovial y fresca.

“Seguramente es porque soy maestra de preparatoria y universidad. La edad es una cifra, pero la juventud es un estado mental.” Fue su atinado comentario.

Continuar leyendo “Los Visitantes (I)”