Recorro con la mirada el largo listón de satín con el que te he inmovilizado. Tu piel almendrada, el rojo satín, la seda negra de tus medias y el exquisito encaje de tu lencería se conjuntan en un armonioso juego de colores y texturas.
La última luz de la tarde entra por las ventanas donde comienzan a aparecer cientos de pequeñas luces, como luciérnagas inmóviles que se hacen cada vez más brillantes. La venda que rodea tus ojos no te permite disfrutar de este pequeño espectáculo.
Haz agudizado tu oido para suplir la vista, intentas saber dónde estoy, pero es hasta que rozo tu espalda que sabes que estoy a tu lado, me acerco a tu oído y con voz muy baja te digo un par de frases que te mantienen excitada. Continuar leyendo “La calma antes de la tormenta”