Los Visitantes (II)

En el trayecto del jardín a la habitación de Alberto y Sonia, hicimos una escala que me mostró la activa imaginación y la enorme lascivia de Sonia.

Esta escala fue justo enfrente a la cámara de seguridad de la cocina.
– “Para que tengas un muy buen recuerdo mío.”-

Tras echar un vistazo a la cámara me colocó donde consideró, era el mejor ángulo e inmediatamente se hincó para seguir con su delicioso hacer con la boca.

Su saliva escurría profusamente desde mi glande, en verdad era una mamada muy, muy, muy mojada. Sus manos, de manera experta, acariciaban y apretaban mis huevos generando una constante oleada de placer.

– “Que ganas de estar bien empalada mientras te como la verga”- me dijo con la mirada llena de lujuria, mientras se daba golpes con mi miembro en la cara.

Aprovechando la cercanía del frutero, tomé un plátano. Llené mi mano con la saliva que escurría de mi verga y tras lubricar el plátano profusamente le dije a Sonia:
– “Levanta las nalgas, que te lo vas a comer completo”-

Ella gustosamente cambió su postura para seguir mamando mi verga mientras le metía el plátano en la panocha.

Me dediqué a complacer su sexo con el plátano, variando los diferentes movimientos con los que se lo metía en esa vulva hambrienta.

Mientras seguía mamando deliciosamente, sus gemidos se iban incrementando. Movía sus caderas de una manera espectacular. Era hermoso ver ese enorme culo moverse al ritmo con que la penetraba con el plátano.

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