Cielo nocturno

Imagino que estarán familiarizados con ese sentimiento tan peculiar que te llena cuando dedicas tiempo a admirar el cielo nocturno.

Esa sensación de suave bálsamo que la complicidad del cielo te brinda; el anonimato te inunda y mientras estés perdido observándolo no eres mas que un punto más en su inmensidad, te conviertes en parte de esa inmensa capa negra.

Mientras no eres nada mas que abstracta negrura, puedes repasar tus ayeres, para descubrir  cómo es que la suma de todos ellos se integran para convertirse en tu aquí y ahora. Así puedes aprender fórmulas que difícilmente serían coherentes en otros contextos.

Un enorme lienzo negro se tiende ante tí, donde puedes trazar ideas, bosquejar futuros, modificar actualidades y si no te gustan, con un simple movimiento de la mano puedes volver a empezar, puedes regresar al paso anterior y rediseñar lo que consideres necesario.

Cuando navegas sin rumbo existe un faro cuyos cráteres y blancura te pueden ayudar a recuperar el camino, ya sea que te bañes en su tersa luz para obtener el alivio de la soledad, o que se convierta en el vértice de un triángulo que te acerca a los ojos que en la distancia también la admiran.

Moviéndote en ese enorme oceano negro puedes descubrir todo tipo de cosas, pueden aparecer ante tí terribles quimeras, hadas con luminisencia de sabiduria, sirenas húmedas de pasión, ingeniosas voces revestidas de eurekas, fantasmas con maleta de abonero o suspiros ahogados del pasado.

Mientras observas los puntitos luminosos que conforman el tejido de la noche, puedes irles dando nombres a tus propias constelaciones, puedes ir dando jerarquías a tus propias cosmogonías, puedes ir acomodando tu pasado en sus diferentes órbitas.

Y cuando el aire frío de la madrugada te despierta, te das cuenta que llevas horas perdido en tu interior, siendo el cielo nocturno nada más el pretexto de la imaginación.

El placer licuante

Comienza cuando me regalas tu sonrisa, justo antes de asaltarme con un beso juguetón, pícaro, ansioso por recordarme tu esencia, siempre tan fluida y líquida.

Al toque de tu piel comienzan a efervecer en mi interior sensaciones que nacen como pulsos eléctricos y pronto se transforman en un riachuelo, reconociéndote y confirmando nuestra afinidad.

Un velo protector e invisible cubre tu cuerpo, mis manos comienzan a retirarlo, ellas conocen la forma de liberar esa delicada pieza de arte que poco a poco va quedando expuesta al río de emociones en que has tornado mi interior.

Nuestros pulsos acelerados, al mismo ritmo podría apostar, marcan el movimiento de nuestros cuerpos, contenedores de dos marejadas iguales y separadas que buscan una forma de reencontrarse. Continuar leyendo “El placer licuante”