Bendito desorden

Acostumbrándose a la escasa luz, mi mirada va paseando por la habitación. Empiezo a reconocer los objetos que se encuentran al derredor y a mi mente llega una idea de Saramago que comparto completamente:

..a la espera, como siempre están las cosas, todas ellas, que de eso no pueden escapar, es la fatalidad que las gobierna, parece que forma parte de su invencible naturaleza de cosas.

Al lado de la cama, descubro una de tus medias, inerte y solitaria. Su lustrosa sedosidad y transparencia delatan su calidad, y sin embargo para nada luce espectacular como ayer por la noche que enfundaba alguna de tus piernas. Más allá reposa tu pequeño bolso de mano, sobrio, elegante pero abierto y con sus habituales contenidos regados en completo desorden sobre una pequeña mesa, donde fueron a parar tras la imperativa búsqueda de un escurridizo frasco de aceite que compraste para la ocasión. Continuar leyendo “Bendito desorden”

La Condesa

Alta, delgada, de pelo negro y rizado, con los ojos brillantes, la sonrisa de concurso y esa voz ronquita que le dá un toque super sexy, Lore no ha cambiado mucho; quizá un par de kilos más y distribuidos perfectamente.

Para mi fortuna, me la he encontrado en la calle después de 17 años de haberle perdido la pista. Intercambiamos apuradamente números telefónicos pues su esposo la esperaba en la camioneta con una cara de no muy complacido, quizá por el apretadísimo abrazo con el que me saludó.

Una hora después recibí su llamada para preguntarme si esa noche podríamos cenar juntos, no les necesito decir que respondí con una afirmación del tamaño del mundo.

Tras mi emoción inicial, me golpeó la posible realidad de la cena: Lorena y yo, contando viejas anécdotas, riendo pletóricamente y explicándole el quién, el cómo y  el porqué de cada cosa a su esposo, sin tocarnos mucho porque como dice aquella frase: “Fuel and matches” Continuar leyendo “La Condesa”