Los Visitantes (II)

En el trayecto del jardín a la habitación de Alberto y Sonia, hicimos una escala que me mostró la activa imaginación y la enorme lascivia de Sonia.

Esta escala fue justo enfrente a la cámara de seguridad de la cocina.
– “Para que tengas un muy buen recuerdo mío.”-

Tras echar un vistazo a la cámara me colocó donde consideró, era el mejor ángulo e inmediatamente se hincó para seguir con su delicioso hacer con la boca.

Su saliva escurría profusamente desde mi glande, en verdad era una mamada muy, muy, muy mojada. Sus manos, de manera experta, acariciaban y apretaban mis huevos generando una constante oleada de placer.

– “Que ganas de estar bien empalada mientras te como la verga”- me dijo con la mirada llena de lujuria, mientras se daba golpes con mi miembro en la cara.

Aprovechando la cercanía del frutero, tomé un plátano. Llené mi mano con la saliva que escurría de mi verga y tras lubricar el plátano profusamente le dije a Sonia:
– “Levanta las nalgas, que te lo vas a comer completo”-

Ella gustosamente cambió su postura para seguir mamando mi verga mientras le metía el plátano en la panocha.

Me dediqué a complacer su sexo con el plátano, variando los diferentes movimientos con los que se lo metía en esa vulva hambrienta.

Mientras seguía mamando deliciosamente, sus gemidos se iban incrementando. Movía sus caderas de una manera espectacular. Era hermoso ver ese enorme culo moverse al ritmo con que la penetraba con el plátano.

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Un poco de estrés

Al abrir la puerta para recibir a mis nuevos huespedes, apareció frente a mí una mujer mayor, muy bajita y con una mirada muy dulce. Me sonrío tímidamente y señaló hacía la cajuela del auto que las había traído. Instintivamente seguí la indicación y me dirigí a ayudar con las maletas que Guadalupe, su hija, estaba intentando bajar. Unos minutos después, Guadalupe y su mamá estaban instaladas y descansando de lo que parece fué un largo viaje.

No había pasado más de media hora cuando Guadalupe bajó para preguntarme dónde estaba la farmacia más cercana. Se podía sentir su estrés y preocupación. Su delgado rostro, mostraba unas enormes ojeras y aunque sus facciones eran bonitas, la tensión la hacía tener una mueca todo el tiempo.

Tras una breve llamada a la farmacia, invité a Guadalupe a tomar asiento mientras le preparaba un té. Pude percibir que era la primera vez en un buen tiempo en que Guadalupe se tomaba un respiro. Comenzamos a charlar y así fue que me comentó que venían a la ciudad para que operaran a su mamá y que los últimos 3 días habían sido muy estresantes, pues había tenido que preparar todo para el viaje: pedir permiso a su trabajo, conseguir el alojamiento, los boletos de avión, los estudios que los médicos solicitaban y sobre todo cuidar todo el tiempo a su mamá, para que no hubiera ninguna complicación para la cirugía.

Hacía unos 10 minutos que se había sentado, cuando su celular empezó a sonar. Era su mamá, que preguntaba qué y cuándo comerían. Sus facciones, que se habían relajado un poco con el té y la charla, nuevamente se crisparon y tras preguntarme dónde estaba el supermercado más cercano, salió corriendo, dejando atrás su taza de té sin terminar.

Una vez que comieron, la mamá se subió a descansar un poco. Mientras tanto Guadalupe se encargó de limpiar la mesa, lavar los trastes, la estufa y guardar los víveres que había comprado. Apenas había terminado de hacer todo esto, cuando volvió a sonar su celular.. Nuevamente era su mamá que ya había despertado y preguntaba si podían salir a caminar un poco.

Tras regresar de su caminata, Guadalupe preparó todo para que su mamá tomara una buena ducha, mientras ella preparaba la cena. A la par que cocinaba, charlamos un poco más y me pidió si más tarde le podía regalar otro té, pues le había gustado mucho.

Después de haber dado de cenar a su mamá, lavar nuevamente los trastes, limpiar la cocina y atender los requerimientos de su mamá antes de acostarla, Guadalupe me pidió le prepara otro té. Se veía exhausta, pero al menos su mamá ya estaba dormida y podía disfrutar de unos minutos de tranquilidad.

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