Alberto y Sonia, son una pareja casi en sus 60´s y reservaron una de las habitaciones de mi ABnB por una semana. Al recibirles Alberto me explicó que por cuestiones de trabajo él estaría fuera casi siempre, pero Sonia se quedaría en casa la mayor parte del tiempo.
Les mostré su habitación, las áreas comunes de la casa y el jardín, el cual encantó a Sonia por ser apacible y muy privado. Descansaron un poco y tras pedirme información de cómo llegar a un conocido edificio corporativo que está cerca de la casa, Alberto se marchó.
Sonia bajó de su habitación al poco tiempo y me solicitó indicaciones para llegar a la plaza comercial más cercana. Tras darle las instrucciones para llegar, salió de la casa con paso alegre, rumbo a su sesión de shopping.
Un par de horas después regresó con casi una docena de bolsas. Se veía acalorada, con las mejillas rojas y el rostro sudoroso. Aunque hermoso, su amplio vestido típico oaxaqueño, con enormes y coloridas flores bordadas sobre un fondo de color negro, no era la indumentaria más fresca. Le ofrecí algo de beber para que se refrescara.
“Si tienes una cervecita, estaría excelente.” me dijo con voz muy afable.
Saqué del refrigerador un par de cervezas bastante frías y mientras las bebíamos comenzamos a charlar amenamente. A sus 57 años, Sonia tenía una actitud sumanente jovial y fresca.
“Seguramente es porque soy maestra de preparatoria y universidad. La edad es una cifra, pero la juventud es un estado mental.” Fue su atinado comentario.
Tras terminar nuestras cervezas, me ofrecí ayudarle a subir todas sus bolsas. Aceptó con una enorme sonrisa en su bien conservado rostro. Mientras subía las bolsas a su habitación, llamó mi atención una gran bolsa de reonocidísima marca de lencería.
El día estaba estupendo, pues aunque el sol estaba pleno, había una fresca brisa que lo templaba y se estaba muy agusto. Decidí colgar la hamaca en el jardín y disfrutar del clima tan agradable. Entre el calorcito, la cerveza y el vaivén de la hamaca, comencé a quedarme dormido.
“Está delicioso el día, no? Como para tomar el sol” la voz de Sonia me despertó y al incorporarme me encontré con la grata sorpresa de una Sonia en bikini, luciendo una preciosa figura. Divertida con mi sorpresa, Sonia dió una pequeña vuelta luciendo el bikini que le quedaba estupendo.
Con una traviesa risilla, mientras me daba la espalda contoneó las caderas- “No está tan mal para una maestra de casi 60 años, verdad?” Mi cara de gusto y una enorme sonrisa fueron respuesta suficiente.
Le pregunté si deseaba usar la hamaca o prefería el camastro, Sonia optó por el segundo. Me dispuse a instalar el camastro y ella muy diligente me ayudaba. Mientras instalábamos el camastro, sus redondas nalgas o sus enormes senos me rozaron en más de una ocasión. Creo que nunca había tardado tanto en poner el camastro, pero los dos lo estábamos disfrutando mucho.
Finalmente Sonia quedó instalada en el camastro y yo regresé a la hamaca. Quedamos de frente y ambos podíamos ver al otro fácilmente. Reinaba un reconfortante silencio que el cantar de la fuente armonizaba mientras disfrutábamos del sol y la brisa. Una rica somnolencia nos atrapó a los dos.
Desde donde me encontraba, podia ver perfectamente los enormes senos de Sonia cayendo naturalmente a los costados. El pequeño triángulo de tela que cubría su púbis se notaba abultado, escondiendo una buena mata de vello.
Pasaron así unos 10 minutos, en plena relajación. Ví como sus manos, comenzaron a masajear de manera casi inconsciente sus senos y de inmediato unos portentosos pezones empezaron a levantarse por debajo del bikini.
Sonia siguió masajeando sus senos, como para arrullarse. Poco después comenzó a pellizcar quedamente esos grandes pezones y sus piernas se fueron separando hasta quedar completamente abiertas. Sus caderas giraban muy ligeramente a la vez que jalaba sus pezones. Su mano derecha bajó hacia su púbis, acariciándolo por encima del pequeño traje de baño.
Parecía estar dormida, sus movimientos eran parsimoniosos y sutiles, sus ojos cerrados y su respiración era lenta y profunda. Yo, en silencio, disfrutaba del show desde mi hamaca.
Pasaron unos 5 minutos antes que la voz de Sonia rompiera el silencio, “¿Te explicó mi esposo sobre nuestro viaje?” respondí que solo sabía que él estaría fuera la mayor parte del tiempo.
“Mmh, ese Alberto.. Siempre soy yo la que tiene que explicar” sus ojos permanecían cerrados, mientras sus manos seguían acariciando su púbis, senos y pezones lentamente. Con voz serena comenzó su explicación.
“Pues bien, Alberto me enseñó a disfrutar de mi sexualidad. Llevamos muchos años juntos y desde la segunda cita siempre hemos tenido mucho, mucho sexo. Hace ya casi 20 años que tenemos una relación abierta en la que ambos podemos estar con otras personas.
Como puedes ver, me mal acostumbró y me gusta disfrutar a diario. Aprovechamos estos viajes que Alberto hace por trabajo, para conocer nuevas personas o tener un encuentro con gente que en nuestro pueblo no podemos.
Y si es que no tienes objeción claro está, planeo tener algunos visitantes” le respondí que no tenia ningún problema al respecto, que se sintiera como en casa.
“Sabes, desde que te conocí me diste la sensación de confianza y se vé que también eres bien caliente.” le agradecí por el comentario. “¿Entonces ya estamos en confianza y puedo sentirme como en casa?”
“¡Por supuesto!” respondí categóricamente.
Con la mano que acariciaba su púbis hizo a un lado el bikini y tras frotar un poco su vagina, se introdujo un par de dedos. Sonia abrió los ojos y mirándome fijamente, siguió masturbandose.
“Sácatela, dejame ver tu verga, jálatela rico para mí” dijo con una voz muy cachonda. Levantó sus caderas, se quitó el bikini, lo frotó contra su humeda vagina y me lo lanzó.
Su aroma era delicioso: fuerte, almizclado con un ligerísimo toque floral, definitivamente invitante. De inmediato bajé mis bermudas y comencé a masturbarme, Sonia abrió completamente las piernas, en un guarrísimo gesto. Tres dedos entraban y salían rápidamente de su vagina, acompañados de un sonido de chapoteo pues estaba muy mojada.
Sonia estaba frente a mí con sus dedos entrando y saliendo de su vagina, resumando jugos y sexualidad, con las piernas completamente abiertas e invitantes, disfrutando de forma impúdica y putanesca.
“Que rico papi, que rico te la jalas, se te vé bien rica. Así, así.. chaquetéate rico, viendo mi panocha que es bien caliente, mira.. está escurriendo.” sus ojos, llenos de lascivia y rendidos en su calentura no perdían detalle de mi mano, subiendo y bajando por mi verga, mientras su voz seguía diciendo cosas deliciosas.
“Que rico pito tienes, se ve bien gordo y duro.. se me antoja mamártela” de inmediato se paró del camastro y se puso junto a la hamaca. “Me dicen que soy una excelente mamadora, a ver que opinas.” tomó mi verga, lamió un par de veces mi glande y de inmediato la engulló con urgencia y glotonería.
La escena era deliciosa: ella empinada, con sus redondas nalgas desnudas al aíre, comiendome golosamente, dejando un copioso rastro de saliva cada vez que su boca subía por el tronco de mi verga, acompañada de una mano que con maestría apretaba lo suficiente y rozaba esa sensible zona del glande, mientras la otra acariciaba mis huevos. Sin duda alguna era una excelente mamadora.
Sus mirada fija en mí, mientras seguía con su suculento hacer, en conjunto la boca y sus manos me tenían al borde de eyacular en cuestíon de 5 minutos. Sin más, exploté dentro de su boca. Pude adivinar una ligera sonrisa en sus labios, que se encargaron de contener toda mi lechada y que siguieron succionando y lamiendo, hasta dejar perfectamente limpia mi verga.
“Ven, sigamos en la habitación.. ” me dijo mientras tomaba mi mano y me guiaba a la alcoba. La seguí obedientemente.
Mientras disfrutaba el espectáculo del contoneo de sus nalgas al caminar, mi mente pensaba que tendría a esta caliente y hermosa mujer toda una semana en casa.
¡Seguramente serán excelentes días!