Conocí a Paty durante una breve consultoría en la empresa donde ella era administrativa. La naturaleza del proyecto nos puso largas horas trabajando juntos, durante las cuáles hicimos un eficiente equipo de trabajo y se inició una buena amistad.
Paty es una mujer 14 años mayor que yo, con ojos claros muy lindos, de carácter dulce y siempre con una sonrisa en los labios. Cuando la conocí era una mujer madura que irradiaba una sensualidad difícil de pasar por alto, y aún cuando su cuerpo ya no tenía la lozanía de la juventud, tenía una figura voluptuosa que siempre llamaba la atención.
Los tres meses del proyecto, se fueron en un abrir y cerrar de ojos, por lo que decidimos vernos para almorzar ún sábado. La relación dió un giro radical desde esa primera vez que nos vimos fuera del ambiente laboral, la conversación seguía siendo muy placentera y fluída, pero ahora los temas ya no eran la música, los libros y la muy discutida política. Desde ese día el sexo ocuparía la mayor parte de nuestras conversaciones.
Me sorprendió enormemente escuchar a la dulce y tierna Paty, hablándome de lo mucho que le gustaba coger, con lujo de detalles y utilizando un delicioso y soez vocabulario. Ahora el cotilleo diario de la oficina era aderezado con detalles de fantasías y en algunos casos, con historias de encuentros reales con sus compañer@s.
Esa sensualidad que irradiaba desde el principio, se vió exponenciada y su actitud era abiertamente sexosa, invitante y de una lascivia exquisita. Paty era una avalancha sexual que simplemente, me pasó por encima. El almuerzo se vió interrumpido a los 20 minutos, pues salimos corriendo a casa de Paty.
Como adolescentes todo el camino fuimos fajando como podíamos, besos, caricias, toqueteos y flashazos. Apenas cerró la puerta de su departamento la empiné contra la pared para saciar esa apremiante necesidad de embestirla. Bajo su falda encontré una coqueta tanga que pasaba sobre un dilatado culo, rasurado y rosita.
Si bien ya en el almuerzo había notado algunos detalles que hablaban de la gran actividad sexual de Paty, el ver un culo naturalmente dilatado era la comprobación de que era una mujer hiperactiva en aquello de la cogedera. Encontrar un cajón con no menos de 20 de dildos, plugs y juguetes sexuales de toda índole me pusieron alerta de la mujer que tenía hincada frente a mí, felándome como la mejor estrella porno. Una mamada de esas que uno sólamente sueña, Paty parecía estar en trance, ensalivando desde mi glande hasta mi culo, masajeando, acariciando, lamiéndome los huevos en un cachondo frenesí.
Ese almuerzo se convirtió en una sesión maratónica en la que sólamente pausamos para beber y comer algo. Y mientras lo hacíamos Paty se encargaba de mantenerme caliente con todas sus aventuras.
Allí comencé a entender muchas cosas que se me hacían detalles “simpáticos” en la oficina, por ejemplo que muchos de sus compañeros le pidieran constantemente papelería, acto seguido ella se paraba y se dirigía a la pequeña bodega donde se almacenaba todo ese material y donde les hacía rápidas chaquetas, mamadas o en ocasiones una breve cogida.
-En la oficina, hasta 18 cogidas en un día me han puesto, hay quien me coge 2 o 3 veces al día- me confesaba, mientras su mano sobaba mi verga, preparándola para otra embestida. Me contó como por iniciativa propia, desde los 9 años buscaba los falos de sus primos, los masajeaba y al poco tiempo empezó a chuparlos. Para los 12 años ya había hecho tríos, cuartetos y quintetos con sus primos, amigos de sus primos y uno que otro colado. Para los 14 años ya buscaba hombres que le doblaran la edad, para que la doblaran en cualquier parque, hotel o estacionamiento.
-A los 17 años, tenía una colección de amantes que hacían fila para darme pito, a veces se me juntaba la chamba y yo felíz de dejarlos hacerme lo que quisieran en bola.
-Siempre estoy pensando en coger, me gusta la verga, me gusta tener sexo, muchas veces, todo el día, todos los días.
Ya no me extrañó que en la noche, mientras nos duchábamos, en su baño tuviera además de una regadera tipo teléfono con mucha presión, un pequeño vibrador a prueba de agua.
De su cajón de juguetes, ya que nos disponíamos a dormir, salió su dildo favorito: un falo color rosa neón de unos 18 cms. de largo y de un grosor considerable.
-Con este me arrullo para dormir- me murmuró al oido, mientras lo lubricaba y me cerraba pícaramente un ojo. Una vez lubricado, el dildo desapareció en el culo de Paty, quién me abrazó de lo mas natural y me daba el beso de buenas noches. Tan sorprendido como estaba, no tuve mucho tiempo de reflexionar pues estaba agotado y me dormí enseguida.
El sonido del celular de Paty me despertó, era de madrugada y entre sueños pude escuchar a Paty contándole a alguien todas las veces que habíamos cogido, cómo, dónde y con detalles precisos de qué habíamos hecho, cuántas veces se había venido, etc…
El sol apenas empezaba a brillar, cuando la boca de Paty, comenzó a envolver nuevamente mi dormido miembro. Minutos después volvíamos a la acción. En uno de los breves descansos que tuvimos, aprovechó para decirme que yo le gustaba mucho físicamente, -Pero lo que más me gusta es que seas tan open minded y que no le tengas miedo a mi sexualidad- Expuso que podía ser uno de sus amantes principales. Que podíamos ir a clubes swinger, o a las orgías a las que la invitaban constantemente.
-Pero principalmente, que puedes pedirme lo que quieras, lo que se te ocurra- Acepté tan tentadora oferta y por un par de años fuimos cómplices de andanzas. Sin embargo la delgada linea que dividía la hipersexualidad de Paty de la ninfomanía, en algún momento se quebró y perdió el control. Los rumores y realidades en la oficina propiciaron su despido, por más que intentó negociarlo con sexo.
Su búsqueda de trabajo muchas veces se malograba porque al salir a la calle, alguien le gustaba y terminaba cogiendo por horas. Cuando finalmente logró un empleo (tras coger con la chica de Recursos Humanos) no tardó ni un mes antes que toda la plantilla de la empresa hubiera pasado por su mesalínica vulva y su contrato no fuera renovado.
Una mujer siempre dispuesta a coger y a explorar nuevas formas de placer, puede parecer ganarse la lotería, pero la realidad es totalmente distinta, Paty había entrado en una espiral que no podía detener y que estaba afectándo toda su vida.
Tras mucho buscar, encontramos un grupo de apoyo de gente adicta al sexo, al cual la acompañé unas 4 veces en calidad de “patrocinador”. Tras un enorme esfuerzo, Paty recuperó el control, y con el afán de ayudarle a mantenerse estable, acordamos distanciar nuestros encuentros y volver nuestra relación totalmente asexual.
Estos encuentros cada vez son más espaciados y casi puedo asegurar que el más reciente ha sido el último. Si bien no percibí a Paty como una mujer plena y realizada, por lo menos la sentí mucho más estable, cambiada, desde su forma de vestir hasta su mirada. Ví a una Paty triunfante sobre sus demonios, aunque a un costo altísimo.
Este texto es mi manera de reconocer y honrar el esfuerzo de una mujer cuyo valor está mas allá de su gusto por el sexo.