Bingo!

Hace ya algún tiempo,  un amigo me comentó que los Bingos eran buen lugar para conocer mujeres interesantes.

No soy fan del bingo, así que jamás le dí mayor importancia al comentario, hasta hace poco, que por diversas razones me encontré con 6 horas de absolutamente nada que hacer mas que esperar, así que me dirigí a una plaza cercana para dispendiar ese tiempo.

Dí un par de vueltas a la plaza, había restaurantes, cines, un par de cafécillos, por supuesto muchas tiendas, pero nada realmente de mi interés. Había bastante gente, así que decidí comprarme un café y sentarme a babosear.

Ya con mi café en la mano e instalado en una banca a la mitad de la plaza comencé a disfrutar de ese extraño placer que es observar a la gente.

Pasó un grupo de mujeres, todas usando el uniforme de la empresa donde laboraban, una blusa blanca con azul y un pantalón oxford, todas iguales pero distintas: la que traía la blusa abotonada hasta arriba, la que le ajustaba el pantalón por delante, a la que le ajustaba por detrás, la de los zapatos cómodos, la de tacones altísimos, la de los accesorios recargados, la de la mascada, la del pelo suelto, la de los senos grandes, la de las nalgas paraditas, observar es realmente todo un placer.

No tendría más de 20 minutos observando gente cuando ví a lo lejos una figura con curvas pronunciadas, al acercarse noté que venía vestida muy sexy, demasiado sexy para oficina, además caminaba sin prisa. Se detuvo a comprar un café y se sentó en una banca contigua a la mía.

Viéndola más de cerca pude apreciar su ropa, sus ademanes, su maquillaje, su actuar pausado. Consultó un par de ocasiones su reloj, en una de ellas se percató que era hora. Yo ignoraba de qué era hora pero tenía tiempo de sobra para investigarlo, así que la seguí para descubrir que en la plaza también había un bingo (que había pasado desapercibido para mí).

Entró con aire desenfadado y gran familiaridad, pasó por la caja y se adueñó de una máquina con suma naturalidad. Yo me senté junto a ella, en este momento estaba igualmente intrigado por ella que por las máquinas, que a primera vista se veían complicadas (más, para alguien que jamás ha jugado bingo).

Como era de esperarse mis créditos se esfumaron en un pestañazo, ella por el contrario, entendía el juego a la perfección, así que nuevamente me encontraba observándola, con la ventaja de poder oler su perfume y verla más de cerca.

-“¿Es la primera vez que juegas, verdad?”-
-“Si”-

De allí se inició una corta conversación, en donde me dió algunos tips para jugar, me comentó lo básico del juego.. era una conversación un tanto incómoda pues ella tenía que poner atención a su juego a la vez que platicábamos, así que yo no participaba mucho para no distraerla, pero se notaba que había interés.

En algún momento comenzó a ganar y el silencio se hizo presente, se acabó la racha y al perder casi todo lo que había ganado, decidió retirarse de la máquina.

-“No es el mejor día para jugar”-

Salimos del bingo, platicando sobre lo caprichosa que es la suerte. Continuamos la conversación en una cafetería cercana. Allí me comentó que  diario destinaba unas 3 horas al bingo, pero cuando no estaba de suerte simplemente le daba una hora.

Quizá la suerte no estaba de su lado ese día, pero yo no podía decir lo mismo:

Seguía habiendo interés, en la misma cuadra donde estábamos había un hotel y ella tenía 2 horas disponibles.

¡BINGO!