Bendito desorden

Acostumbrándose a la escasa luz, mi mirada va paseando por la habitación. Empiezo a reconocer los objetos que se encuentran al derredor y a mi mente llega una idea de Saramago que comparto completamente:

..a la espera, como siempre están las cosas, todas ellas, que de eso no pueden escapar, es la fatalidad que las gobierna, parece que forma parte de su invencible naturaleza de cosas.

Al lado de la cama, descubro una de tus medias, inerte y solitaria. Su lustrosa sedosidad y transparencia delatan su calidad, y sin embargo para nada luce espectacular como ayer por la noche que enfundaba alguna de tus piernas. Más allá reposa tu pequeño bolso de mano, sobrio, elegante pero abierto y con sus habituales contenidos regados en completo desorden sobre una pequeña mesa, donde fueron a parar tras la imperativa búsqueda de un escurridizo frasco de aceite que compraste para la ocasión.

Encuentro mi saco intentando mantener la sobriedad medio doblado precariamente al borde de un sillón, distingo en él manchas del labial rosa que anoche hacía tus labios más hermosos y besables. Muy cerca de él yacen tus zapatos, uno se encuentra de costado mientras que el otro se recarga en él. Las presuntuosas y afamadas suelas rojas no se ven tan lujosas como cuando las gobierna tu parsimonia al caminar.

Mi camisa es el siguiente objeto que reconozco, si bien no se distingue desde aquí, sé que tiene manchas de tu labial que dejaste muy intencionalmente mientras me besabas el pecho con autoritaria rebeldía. Tambien sé que faltará una mancuernilla, que juguetonamente escondiste. Sobre la cómoda se encuentran dos espigadas copas a medio beber, próximas a la botella de grueso vidrio que resguardaba miles de burbujas que han desaparecido.

En el piso, una tímida prominencia textil se revela como tu brassier, con su delicada transparencia y exquisitos detalles que ayer eran el perfecto envoltorio a tus hermosos senos. Mas allá, descubro el coqueto calzoncito, sexy complemento del brassier, hecho un ovillo en otro punto de la habitación; Seguramente ya no está empapado como anoche cuando lo quité de tus caderas. Recuerdo tu olor impregnado en esa prenda y lo húmeda que estaba, pero el verdadero trofeo es tu vulva, con su pequeña mata de vellos perfectamente recortada, que engalanan la entrada a tu intimidad.

Tu cabello está desordenado y ya no tiene ese aroma frutal tan característico, ahora tiene más el olor al sudor que recorría nuestros cuerpos. Debajo de tu cabello revuelto, mi mirada encuentra tu rostro, es apacible pues duermes profundamente, una respiración armónica y parsimoniosa hace que tu espalda y pecho se muevan en elegantes ondulaciones.

Estas abrazada a mi pecho, nuestras piernas entrelazadas, atrapándonos mutuamente. Beso tu cabello, te abrazo, el calor de tu cuerpo me invita a dormir nuevamente. Cierro los ojos y me dispongo a disfrutar de este, nuestro bendito desorden.

 

 

 

 

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