Este fín de semana, puedo catalogarlo como el más hedonista de mi cabaretera vida, desde el viernes por la tarde y hasta el lunes por la madrugada, la única preocupación en mi mente fue el placer.
El placer de comer, el placer de beber, el placer de descansar, el placer del sexo y por supuesto el placer por el placer.
Una amiga me propuso escaparnos de la ciudad para disfrutar de un merecido fín de semana, tirados al sol cual lagartijas, comiendo delicioso y sin preocuparnos del tiempo, flotando en la alberca huevonamente, recibiendo cualquier cantidad de apapachos, masajes y terapias y por supuesto fornicando como conejos.. y quién soy yo para decirle que no a mi amiga y romper la armonía de la petición, así que ni modo.. muy sacrificadotamente dije que si, que en contra de mi voluntad, pero que la acompañaba.
Así que el viernes a medio día, tras acabar todo lo pendiente, urgente y posibles contingencias en la oficina, apagué el celular, guardé mi laptop, prendí la contestadora, puse mi mente en blanco y me dispuse a disfrutar.
Allí estaba yo, listo para salir, con camisa hawaiiana, “chor”, chancletas, salvavidas de dinosaurio amarillo con verde, una cámara fotográfica y haaaartos condones, cuando llegó mi amiga y partimos rumbo al ansiado Hedonismo, por la vía de “hay se ven el lunes, y que se caiga el mundo”
Llegamos al rinconcito de paraíso perdido donde pasaríamos el fín de semana, nos registramos y decidimos probar el índice de botabilidad de la cama. Tras una vertiginosa pérdida de ropa por ambas partes quedamos desnudos y disfrutando del calorcito, el sabor a piel y por supuesto la amplísima cama, que de repente se antojaba como ring o tumbling.
Tras certificar que el índice de botabilidad era el idóneo para pasar buenos ratos, el hambre y la sed nos hicieron salir de la habitación en busca de nuestro segundo placer del viernes, una basta y deliciosa cena que nos dejó en calidad de botargas.
Regresamos a la habitación, y decidimos que la mejor actividad previa a un sueño reparador, era el jacuzzi, claro está que acompañado de su botellita de vino, porque si no, no hace espuma el jacuzzi.
El sábado por la mañana fuimos al spa a recibir cuanto masaje y terapia tuvieran a bien ofrecernos: Chocoterapia, Frutaterapia, Vinoterapia, no pos ya nada más faltaba la cremabatidaterapia y seríamos un megapostre.
Con la piel rejuvenecida, los músculos relajados y la líbido al 200% salimos del spa y nos dirigimos a la alberca donde la cercanía, el agua, el sol y la tranquilidad dieron el marco perfecto para un rico faje que suspendimos sólamente el tiempo necesario para llegar a nuestra habitación y nuevamente dedicarnos a aplacar el calor interno.
Sudorosos, exhaustos y sonrientes, descubrimos la hamaca de la terraza, que pedía la usaramos para mecer nuestros sueños, así que nuestra siesta transcurrió entre vaivenes; Al despertarme recordé ese viejo Hamacasutra que encontré en Cancún alguna vez y decidí que era buena oportunidad de ponerlo en práctica..
Debo decir que se necesita un poco más de pericia de la que me imaginaba pero.. una vez agarrado el ritmo y el equilibrio, ¡¡¡Yeeaaaahh!!!!
Es la onda.
Una rica chapoteada, una sofisticada silla acuática, constante embarramiento de bronceador, algunos drinks de colores exóticos, comida variada, las nalgas exhuberantes de K y el embriagador sabor de sus jugos, fueron las únicas cosas que rondaron por la cabeza de su suertudo narrador durante este fín de semana que, hoy lunes recuerdo con gran cariño y con ganas de repetirlo muy pronto.