3 Relatos de cuckolding
Desde hace unos años, existe una practica sexual que ha venido tomando fuerza y desarrollandose aceleradamente: El cuckolding. Si bien no es una práctica nueva, en los últimos 8 años ha tomado mucho auge, no solo en nuestro país sino a nivel global. La primera ocasión que estuve involucrado con este estilo de vida fue hace casi 25 años (¡Uuff, el tiempo vuela cuando uno se divierte!) aquí les dejo tres relatos de experiencias que he vivido relacionadas con el cuckolding.
I
Yo tenía 22 años, recién iba a cumplir 6 meses en mi primer trabajo como consultor y estaba en espera de la resolución para ver si la Empresa me daría mi contrato definitivo o no. Cuando recibí la llamada de RH para presentarme al Corporativo, llevaba los nervios a flor de piel.
-Toma asiento- dijo el Subdirector del área, sin quitarme la vista de encima mientras yo cruzaba su amplia oficina. Tras las preguntas de cortesía, tomó la carpeta con el reporte de mis evaluaciones y las notas de mis diferentes líderes de proyecto.
Un larguísimo e incómodo silencio llenó la oficina mientras él repasaba mi expediente. Finalmente cerró la carpeta, me escrutó una vez más. Se puso de pié y con un llano “Acompáñame” salió de la oficina mientras se ponía el saco y ajustaba su corbata. Salí casi corriendo tras de él, confundido y mucho más nervioso que cuando había llegado. Pensé que nos dirigíamos a la oficina de RH, pero no. Tomamos el elevador, cruzamos el estacionamiento y nos subimos a su auto. Todo, sin mediar palabra.
Una vez fuera del estacionamiento, me preguntó:
-¿Estas casado?-
-No- Le respondí
-¿Novia?-
-Si-
-Ok-
Comenzamos a hablar de trivialidades y tras un breve trayecto, estacionó el auto y lo seguí al interior de una casa. Yo estaba completamente desconcertado, sin saber qué estaba pasando.
Nos sentamos en la mesa del comedor, ya dispuesta con 3 lugares para comer, un minuto después me presentó a su esposa mientras se sentaba con nosotros. Una vez que la chica del servicio comenzó a servir la comida, el ambiente se relajó y disfrutamos de una agradable comida. Los primeros minutos fueron esencialmente mi entrevista de selección. Cuando su esposa tomó las riendas de la conversación, los temas fueron muy variados. La comida y sobremesa se extendió casi 3 hrs. Afortunadamente, era viernes y yo estaba con el Subdirector, así que no había premura ni preocupación alguna.
El lunes siguiente, recibí el correo de RH que indicaba la fecha y hora en la que me tenía que presentar a firmar mi contrato definitivo. A partir de esa fecha, casi cada jueves recibía un mensaje del Subdirector citándome en su oficina, siempre terminabamos comiendo en su casa.
En ese momento, él tenía 55 años y su esposa 47. Desde la primera comida en su casa, ella siempre se vestía elegante pero con un toque sexy; Ya fuera un escote, una transparencia, una falda corta o una prenda ajustada, pero siempre había un toque sexy y coqueto en su indumentaria.
Las primeras ocasiones, solo tomábamos agua, posteriormente la botella de vino hizo su aparición en la mesa. Ya con un poco de vino todos, entrábamos en pláticas más personales e íntimas. Ella se desabrochaba uno o dos botones, acariciaba la entrepierna de su esposo, separaba un poco las piernas, muy sutilmente se recorría los labios con la lengua y su tono de voz se volvía provocador.
Un jueves recibí el ya esperado mensaje por parte del Subdirector citándome el viernes en su oficina, pero en esta ocasión me citó 2 horas más temprano. Llegué a la cita puntual y de inmediato nos dirigimos al auto, Pasamos primero al supermercado a comprar varias botellas de vino y cosas para la comida.
Me encargó que preparara la mesa, mientras él terminaba de cocinar. Una vez que terminé de preparar la mesa me hice presente nuevamente en la cocina, esta ocasión me encomendó abrir una botella de vino y muy casualmente: “Sube a avisarle a mi esposa que ya está lista la comida”. Dejé la botella de vino ya abierta en la mesa y me dirigí a las escaleras dispuesto a explorar aquella casa para encontrar a la esposa, ya que hasta ese día solo había conocido el comedor.
Al llegar a la casa, en lugar de dirigirnos al comedor, le seguí directo a la cocina en donde el Subdirector, cambió su carísimo saco italiano por una también cara filipina de chef y un mandil muy profesional, me dió otro mandil mientras me decía que hoy nos tocaba preparar la comida, pues era cumpleaños de su esposa. Sorprendido por su habilidad en la cocina, le ayudé en lo poco (muy poco) que sabía respecto a cocinar. Me percaté que estábamos solos en la casa, puesto que ninguna de las chicas de servicio se había aparecido por allí.
La casa era espaciosa y estaba decorada con muy buen gusto. Me dirigí hacia donde escuché música y un poco de movimiento, pero antes de llegar al origen de la música y el ruido, me encontré con la esposa, quien me saludó muy naturalmente. “Que bueno que vienes, me ayudas por favor” dió la vuelta y se encaminó a la habitación principal. Una vez allí me preguntó si ese vestido me gustaba; Era un vestido entallado con un escote muy bajo que dejaba ver buena parte de sus senos.
-Se le vé muy bien- logré articular con la voz más normal que pude, ella simplemente se sonrió y dijo “Eres un mentiroso, bájame el cierre por favor, me voy a cambiar”
Bajé el cierre apresuradamente y me disponía a salir disparado de la habitación. Pero antes de poder hacerlo, ella dijo con una voz dulce y provocadora.
-Así no se baja un cierre, súbelo otra vez- Yo, inocentemente, me preguntaba qué había hecho mal, pues el cierre ya estaba abajo y se podría haber quitado el vestido. Subí nuevamente el cierre. -Ahora, bájalo despacito. Saboréalo, como si estuvieras abriendo tu regalo de navidad más deseado- Comencé a bajar lentamente el cierre mientras veía como su piel iba quedando desnuda, el aroma de su perfume emanaba de la piel recién liberada. -Eso, así.. acariciame la espalda, disfrútalo, disfrútame-
Mil cosas pasaban por mi mente. Qué diría el Subdirector si me viera aquí, con su esposa. Me iban a correr, quién me iba a creér que ella me lo había pedido. Estaba metido en un problema enorme, de las mil ideas que pasaron por mi mente, al final solo quedó una: Si me iban a correr, que valga la pena.
Medio resuelto, me acerqué y comencé a besarle el cuello, conforme bajaba el cierre de su vestido, mis manos acariciaban su espalda. Tras bajar el cierre, liberé sus hombros de los tirantes del vestido. Sus senos también quedaron libres. Decidí seguir adelante y probar mi suerte, así que comencé a acariciarle los senos que ya estaban duritos y con los pezones empitonados.
Ella con una mano acariciaba mi cabeza mientras besaba su cuello y con la otra dirigía mi mano por sus senos, vientre y cintura. -Quítame el vestido- me dijo con una voz muy bajita y cachonda. Puse una mano en cada costado y bajé lentamente el vestido hasta sus tobillos, al final yo tenia mi cara a la altura de sus nalgas blancas y desnudas.
Tras sacar un pie del ovillo que era ahora su vestido, con un movimiento fluido, lento y muy sexy. Separó sus piernas, se inclinó hacia adelante y abrió sus nalgas con sus manos, dejando ante mí una vulva muy bonita. -Bésala-
Hundí mi rostro y empecé a besar su deliciosa vulva de la cual emanaba un exquisito aroma dulce y delicado. Ella gemía muy rico, casi como el ronronear de un gato. Estaba yo perdido besándole la vulva cuando escuché la voz del Subdirector y se me heló la sangre.
-Les traía un aperitivo, pero veo que ya tienen uno- Me incorporé de un brinco. No puedo imaginar la cara de susto que tenía, pero el Subdirector soltó una risotada divertida. -Es de mala educación dejar esperando a una dama, sigue con lo que estabas-

Aunque intenté nuevamente besarle la vulva a su esposa, la verdad es que no me podía concentrar sabiendo que él estaba detrás de mí. -Eres un grosero, ya rompiste el encanto- Dijo su esposa, a la vez que hacía un ademán para que yo me incorporara. -Vamos a comer, veremos si después recuperamos la magia-
Desnuda como estaba, le seguimos su esposo y yo al comedor, disfrutando del vaivén de sus caderas. Ella se sentó en el lugar de siempre y me indicó que me sentara, no frente a ella como las veces anteriores, sino a su lado. -Por grosero, te toca atendernos. Así que, a la cocina por los platos- Él, sin dudar, se dirigió a la cocina. Me iba a levantar para ayudarle cuando ella me detuvo. -No. Es su obligación atendernos. Tú, me atenderás a mí- Se acercó y me besó deliciosamente mientras su mano sobaba por encima de mi pantalón, la visible erección que tenía.
Él se sentó frente a su esposa y comenzamos a comer. Ella seguía acariciando mi pene sobre el pantalón y de vez en cuando nos besábamos. -Verás, desde hace unos años me encanta ver a mi adorada esposa, en brazos de otros hombres- comenzó a explicarme el Subdirector, cuando ella lo interrumpió -La verdad es que soy bien puta, que digo puta, putísima. Desde siempre me ha encantado la verga, comérmela, montarla, acariciarla, sentirla por todos lados. Me encanta la verga dura y caliente, que me chorréen de leche, que me pongan unas tremendas cogidas. Aunque mi esposo tiene un pitote bien rico, ahora necesito más para satisfacerme. Por lo menos necesito 2 vergas bien tiesas para quitarme lo caliente. Así que mi esposo tiene la enorme ventaja de escoger a mis amantes- Me sorprendió bastante que usara ese lenguaje, pero me excitó de sobremanera escucharla decir tantas guarradas.
Ahora el Subdirector tomó la palabra, -Nos gusta compartir con jóvenes que sepan conversar, que puedan acompañar a mi esposa a algún evento social o presentarlos a nuestras familias como colegas, socios o amigos, sin que haya problema. Que se sepan comportar en diversos contextos, sabes. En ocasiones les pido a mis “socios” que la lleven al teatro, al cine o a un fin de semana. Por eso buscamos algo más allá de un pene grande o erecto-
Mientras el Subdirector decía esto, su esposa ya había bajado el cierre de mi pantalón y ahora sentía sus cálidas y suaves manos masturbándome magistralmente, sin prisa y con gran experiencia.
-Soy un feliz cornudo- Prosiguió el Subdirector, -Que comparte a su mujer con varios hombres y disfruto de sus infidelidades como nunca lo hubiera pensado posible-
A partir de ese día compartimos casi 10 años de aventuras, experiencias, travesuras, viajes, etc.. Puedo decir que fue la primera vez en mi vida que tuve “cómplices” y sin duda alguna muchos de mis gustos, filias y perversiones se forjaron con esa relación.