Decisión complicada
5 de la mañana, salgo de trabajar tras una espantosa jornada. Muero de hambre, por lo que me dirigo a uno de estos restaurantes que están abiertos 24 horas. Está muy cerca de la zona de “Teibols” así que no es raro encontrar algunas bailarinas cenando/desayunando en este restaurante.
En ocasiones, dependiendo de que tan bien les haya ido en la noche, algunas de ellas buscan ganar dinero con alguno(s) de los otros comensales.
Mientras esperaba mis platillos, noté a una chica bastante voluptuosa a 3 lugares de donde yo estaba. Tenía frente a ella un vaso con agua y una taza de café. Sus uñas largas y muy bien diseñadas, jugueteaban con la taza de café, empujándola suavemente de una mano a otra.
Yo intentaba descifrar si era o no bailarina, sin embargo su vestimenta no me confirmaba nada. Su cabello, un poco abajo de los hombros con unas suaves ondulaciones y muy bien cuidado, tampoco me sacaba de la duda.
El hecho que no trajera ningún accesorio, salvo un muy sencillo juego de anillo y pulsera, me dejaba exáctamente con la misma pregunta. La voz de la mesera a mi lado me sacó del trance en el que estaba, intentando descifrar la incógnita.
Su pronunciado escote dejaba ver unos gloriosos senos con prominentes pezones que se notaban a través de la tela de su playera. Una chamarra deportiva de diseñador, bastante holgada, enmarcaba la playera y era el juego de los pantalones. Unos blanquísimos tennis eran la parte final de su atuendo.
Mientras devoraba mis platillos, ella daba pequeños tragos a su café y su vaso de agua. Se abrió un poco la chamarra, descubriendo más sus hermosos senos. Por primera vez nuestras miradas se cruzaron. Yo estaba un poco apenado, pues “maleducadamente”, la había estado observando con insistencia e impunidad.
A ella no pareció importarle lo más mínimo, viéndome directamente a los ojos, su mano derecha dejó de empujar la taza. Ahora la comenzó a acariciar de arriba hacia abajo, sonreía un poco y de manera traviesa su lengua abultaba su mejilla a ritmo del vaivén de su mano.

Con un muy ligero movimiento de cabeza, acepté su propuesta. A lo que ella respondió con una rápida mirada en dirección a donde estaban los baños.
Al pasar por mi lugar, mientras se dirigia al baño, movió sus caderas en un delicioso y espectacular pendular. La chamarra, aunque era amplia, tenía el largo perfecto para dejar ver unas tremendas nalgas, que apenas contenían los pantalones.
Esperé un par de minutos antes de dirigirme a los servicios, al llegar vi la puerta del baño de mujeres estratégicamente abierta y el reflejo en el espejo me mostraba el gabinete entreabierto, donde ella me esperaba.